viernes, 22 de junio de 2012

MUJERES BRILLANTES OSCURECIDAS





María Sánchez Cambronero


A lo largo de la historia la mujer ha sido siempre un cero a la izquierda, siempre ha tenido una relación de subordinación hacia el hombre. Las mujeres desde siempre han luchado por ser algo más de lo que se les tenía establecido, para hacerse notar y para dar a conocer que ambos sexos pueden hacer las mismas hazañas, además de que las mujeres también pueden dejar huella por allá donde pasen. Por tanto, de estas mujeres ha tenido el mundo grandes heroínas, cada una en su propio campo, pero hay mujeres que han llevado una vida totalmente en contra de estos “parámetros” y han sufrido lo inimaginable por realizarse a sí mismas; estas mujeres han quedado relativamente escondidas, por este motivo no se va a hablar sobre mujeres de las que se hace mención cada dos por tres en las noticias o que son cada año las protagonistas de este 8 de marzo.


La primera discriminación establecida como tal nos lleva a la Antigua Grecia. A pesar de ser en esta época cuando surge la democracia y el cosmopolitismo, la mujer no estaba dentro de estos dos conceptos, quedándose excluida siempre de las decisiones políticas y sociales.


Debemos destacar que esta época fue un período de grandeza cultural e intelectual, donde se explotaron las matemáticas, la filosofía, la astronomía,… siempre ligadas a la figura del sabio universal como Aristóteles, Sócrates, Pitágoras, Platón, entre otros. Pero en el siglo V surgió una mujer que hizo que se dispararan todos estos conocimientos y fue la creadora de la base matemática y astronómica moderna. En este peculiar caso estamos hablando de Hipatia.


Hipatia fue una filósofa y maestra neoplatónica griega. Destacó en los campos de las matemáticas y la astronomía, siendo la primera mujer matemática de la que se tiene conciencia. Escribió sobre álgebra, geometría y astronomía, mejoró el diseño de los astrolabios e inventó el densímetro. Mostró al mundo entero un gran avance en los estudios lógicos y las ciencias exactas, todo ello enmarcado en una vida dirigida por el ascetismo.


Aunque por aquellos tiempos era extraño que una mujer enseñara matemáticas, filosofía y demás materias vinculadas siempre a los hombres, educó a toda una escuela de aristócratas que ocuparon altos cargos, tales como el obispo Sinesio de Cirene, Hesiquio de Alejandría y Orestes, prefecto de Egipto.


Un día de Cuaresma, un grupo de fanáticos cristianos, se abalanzaron sobre Hipatia, la golpearon y la arrastraron al Cesáreo. Allí, la golpearon con tejas hasta descuartizarla y sus restos fueron llevados al Cinareo donde los incineraron. Su muerte, aunque trágica y cruel, no creó demasiado estruendo, debido a que fue un asesinato promovido por Cirilo, que por aquel entonces era el Patriarca de Alejandría, además de producirse en un marco de hostilidad cristiana contra el decreciente paganismo y las luchas políticas.


No fue ni mucho menos una muerte digna en contraste a lo que ella había aportado a la sociedad y a la política, pero tras su muerte y tras la recopilación de sus grandes logros, la figura de Hipatia se ha convertido en un mito, tanto que desde la Ilustración se la tiene como una “mártir de la ciencia”.


Dando un gran salto en la historia, la situación se traslada hasta a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, en plena edad contemporánea. Un día de 1812, un joven irlandés, de apenas 17 años de edad, es oficialmente nombrado médico en la universidad de Edimburgo. Este joven, llamado James Barry, era extremadamente inteligente, y sin lugar a dudas, un magnífico médico. A los pocos años de graduarse fue nombrado Médico Oficial del Ejército Británico. Siempre andaba cerca del ejército británico allá donde fuere, donde realizaba grandes proezas y aportaciones para la medicina. De sus años en los países africanos, fue la primera persona que realizó con éxito una cesárea en este continente, en 1826. Gracias a su gran labor en Malta, combatiendo el cólera, el Duque de Wellington, quien fue el vencedor de la Batalla de Waterloo, lo homenajeó en 1846. Además, James promovió reformas médicas y destacó en las investigaciones de la época que había contra la sífilis, por aquel entonces considerada mortal. Gracias a su gran brillantez y profesionalidad, acabó como Inspector General de Hospitales en Inglaterra, siendo su equivalente actual un Ministro de Salud. Tras muchos años de largas campañas militares y mucho esfuerzo, fue destinado a Crimea, donde James contrajo la fiebre amarilla. Esto lo obligó a retirarse a Londres, donde murió el 25 de julio de 1865, a los 68 años de edad.


Hasta ahora, esta es la historia de un hombre normal, con su profesión y sus logros realizados, pero su muerte trajo más de una sorpresa: tras ser identificado y examinado su cuerpo, pudieron comprobar que aquel hombre que tantas vidas había salvado, al que conocían bajo el nombre de James Barry, realmente era una mujer. Este hecho puso de media vuelta al Ejército Británico, siendo considerado este suceso como una deshonra. Por este motivo el ejército mantuvo oculto el expediente del susodicho hombre hasta 1950, año en el que permitieron reconstruir la vida de esta mujer.


De los pocos datos que se tienen de la parte femenina de James, se sabe que su nombre real era Margaret Ann Bulkley. Margaret es otro claro ejemplo de cómo una mujer puede llegar a hacer lo imposible por intentar destacar en un mundo gobernado por los hombres. Ella se hizo pasar por un hombre, no porque quisiera serlo, sino porque su sueño era ser médico, y en aquellos años la sociedad no permitía que una mujer pudiese estudiar esa carrera. Lo más increíble de todo es que por amor a la medicina, desde que embarcó a Edimburgo hasta el día de su muerte, mantuvo escondida a la mujer que llevaba dentro, dejando atrás todo lo que ser mujer supone, como el hecho de poder ser madre.


El último caso a analizar tuvo lugar en el siglo XIX, en plena región de La Mancha, exactamente en la ciudad de Valdepeñas, que fue uno de los focos de acción más importantes en los que intervinieron los guerrilleros durante la Guerra de la Independencia Española. La peculiaridad de este hecho fue que uno de sus partícipes, por no decir realmente la pieza clave de esta guerrilla, fue una camarera de 20 años de edad, Juana Galán, la cual se enfrentó mediante diversos objetos a los franceses, comenzando así a organizar en su ciudad una emboscada contra el ejército invasor que se acercaba.


Cuando el ejército francés llegó, Juana, tras una campaña de reclutamiento mediante la celebración de una Junta de Asamblea, y sus amigas estaban listas para hacer frente al enemigo. Entre todas derramaron agua y aceite hirviendo sobre las tropas francesas como primera acción. Después, Juana, armada solamente con una maza, encaró al fuertemente armado ejército francés, en el que la mayoría de los soldados iba provista con armas de fuego. Esta heroica acción por parte de Juana, forzó la retirada francesa, que no dejó sin conquistar solamente la ciudad de Valdepeñas, sino toda la región de La Mancha, y esto fue el hecho que encaminó hacia la decisiva victoria española.


Hoy en España Juana está considerada una heroína nacional, un símbolo de resistencia, fuerza, patriotismo, feminismo, y manejo de la maza. De esta manera se ganó ser reconocida para la posteridad bajo el seudónimo de La Galana. La única secuela que le dejó a Juana fue una degeneración mental. Como consecuencia de ello, no recibió ninguna condecoración oficial, como se hizo con otras heroínas nacionales tales como Agustina de Aragón en la ciudad de Zaragoza.


El 24 de septiembre de 1812, Juana murió víctima de su primer parto, a la edad de 24 años, pero a pesar de su prematura muerte, fue y es sin duda el personaje histórico más recordado en la memoria de los ciudadanos de Valdepeñas, y en consecuencia de los españoles.


En este pequeño recorrido a lo largo de la historia, se han podido destacar personalidades sorprendentes, dignas de recordar, pero estas tres grandes mujeres son solo una parte de las otras muchas a las que tal vez sirvieran de inspiración, las cuales no harían grandes heroicidades a ojos de una persona “corriente”, pero el trabajo que realizaron durante sus vidas, ya sea sacando a su familia adelante en plena crisis del 29 o en la situación precaria del proletariado en la Unión Soviética y aun siendo hoy anónimas, ha servido, y mucho, a que este sufrimiento por fin sea recompensado. La recompensa es la de crear la figura de la mujer trabajadora, la cual es recordada cada 8 de Marzo.

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