miércoles, 7 de diciembre de 2011

¡QUÉ BUEN IDIOMA EL MÍO!


Jesús Bermúdez Castro

Qué buen idioma el mío, la más gloriosa lengua entre las lenguas habladas por los hijos de la Tierra, idioma ancestral que nos llega de los antiguos y orgullosos romanos que con sus ejércitos se adueñaron del mundo, que con sus ansias de poder y victoria llegaron a aquella lejana tierra habitada por gentes a los cuales llamaron bárbaros y les llevaron tan precioso tesoro que era su lengua, madre del castellano, lengua que ha convivido con tantas otras y de las cuales se ha enriquecido, el idioma del glorioso imperio árabe, el musical habla de la Galia, el rudo pero no por ello menos bello idioma de los teutones y tantos otros diversos y variopintos lenguajes. El español, ese idioma del cual has de sentirte orgulloso, ese idioma que invita a conversar calurosamente con un amigo, que te invita a expresar tus más hondos sentimientos como no podrías hacerlo con otro, contar antiguas leyendas llenas de misterio, escribir y jugar con él como ningún ser humano lo ha hecho antes, pues si algo tiene el castellano es su riqueza, una infinita mina de diamantes como lo son las palabras, esa mina que nunca se acaba y en la cual encuentras joyas más preciosas cuanto más profundizas en ella, con esas joyas, esos diamantes en bruto esperando ser descubiertos y transformados en algo único e irrepetible, esas preciosas rocas con las que podría escribir durante la eternidad sin repetir una palabra, con las que juego y que conmigo juegan, esas que desearía poder cantar una y otra vez en la más hermosa de todas las canciones, esos entes con vida propia, capaces de cambiar de forma y transformarse para que tus ojos las vean de mil distintas formas, o para que no las veas... palabras, palabras y más palabras, orgullosas reinas de nuestra felicidad y nuestra desdicha, palabras, palabras y más palabras…




Sara Briñas Sobrino
Qué buen idioma el mío. Riqueza en términos. Inspiramos a más, aprendemos, dudamos, consolamos, sonreímos y todo por ellas… Huimos, soñamos, nos evadimos, exploramos… Un licor del cual no podemos prescindir.
Fidelidad y pasión al lenguaje, al pueblo y a la tradición, todo eso le debemos al idioma.
Vamos por una senda de palabras. Palabras porque amamos el idioma. No todas las palabras nos hablan de un paisaje primaveral. Es una senda, hay los que los llama un armario que cuando lo abres te recibe con un buen abrazo.
Dan sentido al vacío del presente. Son muros de luz y calor, puentes de fuego y diamante. Son únicas e irremplazables, dibujan las imágenes de los recuerdos, describen los sentimientos, nombran nuestras jornadas y escriben poesía.
Las palabras son comienzo, escriben el idioma del universo.
Pueden ser lema, acto indudable, señal, susurro, gesto, caricia o bien pueden ser recurso de la voz y del grito, del gesto y la mirada.
Las palabras son toda magia, son como un duende que te invita a soñar. No paran y divagan. Te iluminan y te sirven de guía.
Tienen fuerza para conquistar corazones. También pueden ser rebuscadas, ingeniosas, emotivas, dolorosas, humorísticas, optimistas, filosóficas, poéticas... Para enamorados, padres, madres, mujeres, hijos, hermanos, amigos... Motivadores de nobles instintos: amistad, generosidad, amor, cariño, afecto, agradecimiento, consuelo, ternura, felicidad... Motivadoras de vida, fuerza y hasta locas de pasión...
Palabras que se escapan y no traen respuestas. Son un laberinto de lluvia.
En los primeros tiempos el sonido habitaba entre las aguas, antes del Big-Bang las sílabas jugaban en el no-universo.
No sé mentir, por eso escribo… Para tener nostalgia de lo que no sucedió, para revivir las vidas que no viví.
Cerraré las puertas de la palabra que baila y ríe, la dejaré aquí dentro, resguardada del grito y el gesto, la devolveré al centro del silencio y haré que descanse.

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